Al anochecer despegaron veintidós aviones desde una base naval para realizar maniobras. Repentinamente se levantó una espesa niebla. Ocho de ellos alcanzaron a aterrizar, pero los demás fueron apresados por la impenetrable neblina. Cuatro aviones se estrellaron y uno de ellos se incendio. Dos horas más tarde solamente dos aviones quedaban en el aire.
De pronto las radios comenzaron a dar el siguiente mensaje: A todos los automovilistas; por favor diríjanse de inmediato al aeropuerto en las afueras de la ciudad. Dos aviones están perdidos en la neblina y ustedes les pueden ayudar a aterrizar.
Pronto los caminos de acceso al aeropuerto estuvieron repletos de autos que avanzaban cautelosamente en medio de las densas tinieblas, debido a la poca visibilidad.
De pronto las radios comenzaron a dar el siguiente mensaje: A todos los automovilistas; por favor diríjanse de inmediato al aeropuerto en las afueras de la ciudad. Dos aviones están perdidos en la neblina y ustedes les pueden ayudar a aterrizar.
Pronto los caminos de acceso al aeropuerto estuvieron repletos de autos que avanzaban cautelosamente en medio de las densas tinieblas, debido a la poca visibilidad.
A medida que llegaban los coches, las autoridades los iban ubicando en los costados de la pista de aterrizaje con sus focos dirigidos hacia la pista.
Más de dos mil quinientos coches rodearon completamente la pista de aterrizaje. Pronto recibieron la orden: "Enciendan las luces". Ningún coche tenía una luz suficiente para transitar en medio de aquella espesa niebla, pero las luces de dos mil quinientos coches juntos iluminaron de tal manera el campo que un piloto de transporte pudo despegar y guiar a los aviones perdidos en su aterrizaje.
Ni tu luz ni la mía son muy brillantes, pero si cada uno de nosotros dirige su luz hacia este mundo cubierto por la neblina del pecado y de la desesperación, habrá suficiente luz para que nuestro Gran Piloto, Jesucristo, despegue y traiga a terreno seguro las almas perdidas.
Conserva limpia tu lámpara, para que no se diga que cuando más se necesitaba dio una luz incierta que no guió al alma extraviada.
Más de dos mil quinientos coches rodearon completamente la pista de aterrizaje. Pronto recibieron la orden: "Enciendan las luces". Ningún coche tenía una luz suficiente para transitar en medio de aquella espesa niebla, pero las luces de dos mil quinientos coches juntos iluminaron de tal manera el campo que un piloto de transporte pudo despegar y guiar a los aviones perdidos en su aterrizaje.
Ni tu luz ni la mía son muy brillantes, pero si cada uno de nosotros dirige su luz hacia este mundo cubierto por la neblina del pecado y de la desesperación, habrá suficiente luz para que nuestro Gran Piloto, Jesucristo, despegue y traiga a terreno seguro las almas perdidas.
Conserva limpia tu lámpara, para que no se diga que cuando más se necesitaba dio una luz incierta que no guió al alma extraviada.
Josami...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario